Cuando se abre el telón, el actor abandona su cuerpo para darle vida a seres inimaginables.
Los espectadores nos quedamos maravillados ante la naturalidad del actor-personaje, y nos adentramos tanto en la trama, que nuestras almas son parte tambien del elenco, tornándonos más sensibles, mientras ellas danzan.
Baja el telón, y el actor-personaje se desdobla y abandona ese cuerpo prestado para dar paso a su dueño, y éste continúe siendo un transeúnte normal.
Hay quienes afirman que la vida es un teatro, aunque en ese escenario, los únicos que no llevan máscaras, son los actores.
Publicado el 14 de marzo del 2008 en el peridico El caribe
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