El firmamento se acongoja y esparce sus lágrimas sobre la tierra, esto provoca un estremecimiento en el alma, y nos torna frágiles y nostálgicos.
Las aves, en bandada, abandonan sus hogares, buscando alimento y donde calentar sus elegantes alas.
Las ramas bailan al compás del viento, su traje se deshoja de emoción, y visten de hermosos colores a la tierra, convidándole a unirse a la fiesta.
En los techos de zinc, las gotas se tornan en música nostálgica. Buscamos una caricia sutil, un beso apasionado, quizá sea un buen pretexto para quedarnos en cama, y disfrutar de la tranquilidad.
Publicado el 26 de marzo del 2008 en el periodico El caribe
No hay comentarios.:
Publicar un comentario